La ingeniería más avanzada y el diseño artístico contemporáneo al servicio de las personas. O cómo una simple estación de autobuses puede erigirse también en una elegante obra de arte.
En el pueblo de Casar de Cáceres, situado a unos 10 kilómetros de la capital cacereña, el arquitecto Justo García Rubio proyectó su obra más audaz: una terminal de líneas de autobuses de compleja ingeniería y soberbia esbeltez.
El elemento más característico es la cinta de hormigón blanco curvada, plegada sobre sí misma, que sirve de culminación y hogar a viajeros y vehículos. Una estructura laminar con vocación de escultura, que en su forma no sólo busca el placer estético, sino la funcionalidad: expulsar la contaminación procedente de los tubos de escape de los autobuses apartándola de los colegios que flanquean la estación.
El resultado recuerda, sin duda, la arquitectura blanda que trabaron otros arquitectos como Óscar Niemeyer o Félix Candela.
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