Sefardí deriva, precisamente, de Sepharad, el nombre que los judíos daban antiguamente a las tierras españolas. Después de ser expulsados por los Reyes Católicos en 1492, la diáspora de los judíos sefarditas los llevó a puntos muy remotos del mundo, pero no perdieron nunca el recuerdo de su patria de origen. Las sinagogas y las juderías, los barrios medievales donde se agrupaba la población de religión hebrea, son los restos materiales más importantes que nos han llegado. De los inmateriales, cabe mencionar la intelectualidad que nos legaron, bien representada por la famosa en su tiempo Escuela de Traductores de Toledo.