Entre los siglos X y XIII apareció, en los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica, una nueva estética artística proveniente de Europa. A este primer estilo internacional europeo se le dio el nombre de románico porque reflejó el intento de recobrar la unidad política y cultural del antiguo Imperio romano, en este caso bajo la espiritualidad de la Iglesia cristiana: la concepción artística y espiritual de la abadía francesa de Cluny resultó clave para su desarrollo. La recuperación del arco de medio punto de tradición romana —junto con la bóveda de cañón, la escultura en puertas, fachadas, capiteles y canecillos, y el uso de la piedra escuadrada no pulida— es una de sus características definitorias. En España, la arquitectura y otras artes adquirieron un espléndido desarrollo y una personalidad muy diversa, influida por la penetración de artesanos de distinta procedencia -Francia y Lombardía, en primer lugar- a través del Camino de Santiago, por la cercanía del mundo musulmán y por el propio sustrato cultural ya existente.